Recitativo - Fabrizio De André
Uomini senza fallo, semidei
che vivete in castelli inargentati,
che di gloria toccaste gli apogei,
noi che invochiam pietà siamo i drogati.
Dell'inumano varcando il confine
conoscemmo anzitempo la carogna
che ad ogni ambito sogno mette fine:
che la pietà non vi sia di vergogna.
Banchieri, pizzicagnoli, notai,
coi ventri obesi e le mani sudate,
coi cuori a forma di salvadanai
noi che invochiam pietà fummo traviate.
Navigammo su fragili vascelli
per affrontar del mondo la borrasca
ed avevamo gli occhi troppo belli:
che la pietà non vi rimanga in tasca.
Giudici eletti, uomini di legge,
noi che danziam nei vostri sogni ancora
siamo l'umano desolato gregge
di chi morì con il nodo alla gola.
Quanti innocenti all'orrenda agonia
votaste decidendone la sorte
e quanto giusta pensate che sia
una sentenza che decreta morte?
Uomini cui pietà non convien sempre
male accettando il destino comune,
andate, nelle sere di novembre,
a spiar delle stelle al fioco lume
la morte e il vento, in mezzo ai camposanti,
muover le tombe e metterle vicine
come fossero tessere giganti
di un domino che non avrà mai fine.
Uomini, poiché all'ultimo minuto
non vi assalga il rimorso ormai tardivo
per non aver pietà giammai avuto
e non diventi rantolo il respiro:
sappiate che la Morte vi sorveglia
gioir nei prati o fra i muri di calce,
come crescere il gran guarda il villano
finché non sia maturo per la falce.
Uomini senza fallo, semidei
che vivete in castelli inargentati,
che di gloria toccaste gli apogei,
noi che invochiam pietà siamo i drogati.
Dell'inumano varcando il confine
conoscemmo anzitempo la carogna
che ad ogni ambito sogno mette fine:
che la pietà non vi sia di vergogna.
Banchieri, pizzicagnoli, notai,
coi ventri obesi e le mani sudate,
coi cuori a forma di salvadanai
noi che invochiam pietà fummo traviate.
Navigammo su fragili vascelli
per affrontar del mondo la borrasca
ed avevamo gli occhi troppo belli:
che la pietà non vi rimanga in tasca.
Giudici eletti, uomini di legge,
noi che danziam nei vostri sogni ancora
siamo l'umano desolato gregge
di chi morì con il nodo alla gola.
Quanti innocenti all'orrenda agonia
votaste decidendone la sorte
e quanto giusta pensate che sia
una sentenza che decreta morte?
Uomini cui pietà non convien sempre
male accettando il destino comune,
andate, nelle sere di novembre,
a spiar delle stelle al fioco lume
la morte e il vento, in mezzo ai camposanti,
muover le tombe e metterle vicine
come fossero tessere giganti
di un domino che non avrà mai fine.
Uomini, poiché all'ultimo minuto
non vi assalga il rimorso ormai tardivo
per non aver pietà giammai avuto
e non diventi rantolo il respiro:
sappiate che la Morte vi sorveglia
gioir nei prati o fra i muri di calce,
come crescere il gran guarda il villano
finché non sia maturo per la falce.
Recitativo - Fabrizio De André
Hombres sin tacha, semidioses
que vivís en argénteos castillos,
que de gloria tocásteis los apogeos,
nosotros que invocamos piedad somos los drogadictos.
De lo inhumano atravesando el confín
conocimos con antelación la carroña
que a todo anhelado sueño pone fin:
que la piedad no os dé vergüenza.
Banqueros, salchicheros, notarios,
con los vientres obesos y las manos sudadas,
con los corazones con forma de huchas,
nosotras que invocamos piedad fuimos descarriados.
Navegamos [Navegábamos] en frágiles bajeles
para afrontar del mundo la borrasca
y teníamos los ojos demasiado bellos:
que la piedad no se os quede en el bolsillo.
Jueces electos, hombres de ley,
nosotros que danzamos aún en vuestros sueños
somos el humano desolado rebaño
de quien murió con el nudo al cuello.
¿Cuántos inocentes a la horrenda agonía
mandásteis decidiendo su suerte
y cuán justa pensáis que sea
una sentencia que condena a muerte?
Hombres a quienes la piedad no conviene siempre
por no aceptar el destino compartido,
id, en las tardes de noviembre,
a espiar de las estrellas a la tenue lumbre
la muerte y el viento, entre los cementerios,
moved las tumbas y ponedlas cerca
como si fueran fichas gigantes
de un dominó que no acabará nunca.
Hombres, para que en el último minuto
no os asalte el remordimiento ya tardío
por no tener una piedad jamás tenida
y no se os vuelva estertor la respiración:
sabed que la Muerte os vigila [mientras os ve]
gozar en los prados o entre los muros de cal,
al igual que crecer el trigo mira el campesino
en tanto no esté maduro para la guadaña.
Hombres sin tacha, semidioses
que vivís en argénteos castillos,
que de gloria tocásteis los apogeos,
nosotros que invocamos piedad somos los drogadictos.
De lo inhumano atravesando el confín
conocimos con antelación la carroña
que a todo anhelado sueño pone fin:
que la piedad no os dé vergüenza.
Banqueros, salchicheros, notarios,
con los vientres obesos y las manos sudadas,
con los corazones con forma de huchas,
nosotras que invocamos piedad fuimos descarriados.
Navegamos [Navegábamos] en frágiles bajeles
para afrontar del mundo la borrasca
y teníamos los ojos demasiado bellos:
que la piedad no se os quede en el bolsillo.
Jueces electos, hombres de ley,
nosotros que danzamos aún en vuestros sueños
somos el humano desolado rebaño
de quien murió con el nudo al cuello.
¿Cuántos inocentes a la horrenda agonía
mandásteis decidiendo su suerte
y cuán justa pensáis que sea
una sentencia que condena a muerte?
Hombres a quienes la piedad no conviene siempre
por no aceptar el destino compartido,
id, en las tardes de noviembre,
a espiar de las estrellas a la tenue lumbre
la muerte y el viento, entre los cementerios,
moved las tumbas y ponedlas cerca
como si fueran fichas gigantes
de un dominó que no acabará nunca.
Hombres, para que en el último minuto
no os asalte el remordimiento ya tardío
por no tener una piedad jamás tenida
y no se os vuelva estertor la respiración:
sabed que la Muerte os vigila [mientras os ve]
gozar en los prados o entre los muros de cal,
al igual que crecer el trigo mira el campesino
en tanto no esté maduro para la guadaña.
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